Sistemas de lectoescritura distintos al braille
Las letras del alfabeto latino en relieve constituyeron el primer intento para hacer accesible la lectura a las personas ciegas; y, aunque este método fue defendido por Valentin Haüy (1745-1822) y Sébastien Guillie (1780-1865), primeros directores del Instituto Nacional de Jóvenes Ciegos de Paris, enseguida se vio que era poco adecuado para el tacto y tenía, además, grave inconveniente de no prestarse a la escritura.
Por ello, rápidamente surgieron los sistemas en caracteres visuales en relieve punteado que, permitiendo la escritura, hacían igualmente posible la lectura de lo escrito. La pauta klein y el rafígrafo de Foucault son ejemplos de herramientas que apuntaron hacia la consecución de un sistema de lectoescritura válido para ciegos y videntes.
En paralelo a la consolidación y aceptación universal del sistema braille, se desarrolla un debate entre quienes pensaban que las personas ciegas no debían usar un alfabeto distinto al de los videntes, ya que se levantaba una barrera entre ambos colectivos y los que abogaban por el braille, lo que facilitó el que se realizaran ensayos y aparecieran variantes en caracteres visuales, en relieve punteado o continuo.
España produjo dos ejemplos: el denominado sistema llorens, que estuvo en uso hasta inicios del siglo XX y que permitía la escritura en caracteres visuales en relieve continuo; y la regleta sor, que permitía tanto la escritura en braille como en caracteres visuales en relieve.